MADRE FRANCISCA PASCUAL DOMÉNECH
FUNDADORA DE LAS HERMANAS FRANCISCANAS DE LA INMACULADA
Circunstancias o contexto en que transcurrió la vida de Francisca
Para profundizar adecuadamente en la vida de cualquier persona, resulta imprescindible situarla en el contexto histórico-social, político y religioso -en que nació y fue creciendo.
En el caso concreto de Madre Francisca, su nacimiento coincidió con el inicio de la primera guerra carlista, que en sangrentó España durante siete años largos. Cuando cumplía doce años de edad -en 1845- una Segunda Guerra Carlista sembró de nuevo la muerte entre hermanos y, estando ya en el Beaterio, una tercera guerra entre 1872 y 1876.
Al anterior panorama de muerte y desolación, hay que añadir que su nacimiento se produjo también en medio de la primera y devastadora de las epidemias de cólera que sufrió la región valenciana. Esta epidemia se inició en mayo de 1833-cinco meses antes de su venida la mundo- y se prolongó hasta 1835. Años después , conocería de cerca otras cuatro epidemias provocadas por la misma bacteria: 1854, 1859, 1863, 1885.
Por si faltaba algo, en medio de este panorama de dolor, la inestabilidad política , que se vivió durante la regencia de María Cristina y el reinado de Isabel II, trajo consigo , en el ámbito de la fe, el despertar de un sentimiento contrario a la vida religiosa , que mostró toda su virulencia con la exclaustración de Órdenes y Congregaciones y la desamortización de sus bienes por el ministro Mendizábal.
A esto, se añade todavía el progresivo proceso de industrialización español que trajo con ello una gran crisis social, al provocar, entre otras cosas, un masivo desplazamiento de las zonas rurales a las urbanas y el nacimiento de un nuevo sistema de producción en el que las personas-obreros en el nuevo sistema- sufrirían una cierta deshumanización al convertirse en meras piezas de un engranaje de producción en el que la primacía correspondía a la máquina.
En Valencia, además, esta irrupción industrial provocó la paulatina pérdida del sistema gremial , que tanto había venido favoreciendo la proliferación y perfeccionamiento del mundo artesano y la formación misma de nuevos maestros, que asimilaban el oficio , trabajando como aprendices, al lado de avazados profesionales.
Moncada era un población a la que el propio rey D. Jaime I declaró Villa el 2 de enero de 1235 y que cedió a D. Pedro de Moncada. La población se dedicaba a la agricultura. Poseía, además una pequeña industria de seda.
La vida religiosa del pueblo venía girando en torno a la Parroquia dedicada al apóstol S. Jaime. En dicho templo fue bautizada nuestra protagonista y en él recibió la primera comunión y el sacramento de la confirmación. Y, además de este templo parroquial, Moncada contaba ya con dos Ermitas.
Para entonces, también, la vida religiosa se veía favorecida por distintas Asociaciones , entre las cuales figuraba la Tercera Orden Franciscana seglar, que tuvo especial incidencia en la vida de Francisca.
En 1840-cuando Francisca tenía siete años- Moncada contaba con unos 2.145 habitantes, 23 calles y una plaza.
En esta población, pues, y en este contexto religioso y social nació Madre Francisca y aquí vivió hasta su ingreso en el Beaterio Franciscano de Valencia.
Agradecida siempre a los dones recibidos, conservó durante toda su vida un especial cariño por éste su pueblo natal , como denota el hecho de presentarse ante los demás como Francisqueta la de Moncá o también el haber establecido aquí la Casa-Madre.
Biografía de nuestra fundadora
Francisca nace el 13 de octubre de 1833, en Moncada, a 7 Kilómetros de Valencia, en plena Revolución industrial. Sus padres fueron Mariana y Jaime, ambos viudos, con hijos. De estas segundas nupcias nace Francisca Pascual Doménech.
A muy temprana edad , se inició en la vida laboral trabajando al servicio de una familia y, después, como obrera en una fábrica de hilados. En consecuencia, sus juegos de niña se convirtieron en faenas a realizar.
Algunos datos que resaltan las Crónicas son: la poca escolaridad, los viajes a pie para llegar al trabajo, los días de comer pan y aceite como único alimento, el alquiler de un piso en Valencia, con otras compañeras de trabajo para aliviar el cansancio del trabajo y la caminata diaria.
Su personalidad podríamos resumirla en pocas palabras: pobre, sencilla, arriesgada y con una fuerte confianza en la misericordia de Dios y en las personas.
Esta era su visión de la vida: nada de esperas, nada de colas para obtener un plato de comida, un consejo, una silla para descanso, un tiempo para ser escuchado. Nada nos pertenece mientras haya alguno que pase necesidad.
Un momento crucial en su vida fue la decisión de entrar religiosa al sentir el llamado de Dios. Solicitó su ingreso en las Adoratrices que tenían como misión principal la atención de jóvenes con riesgo social, pero no fue aceptada por carecer de la dote que se exigía en aquella época.
Francisca no se rinde en su búsqueda y llega al Beaterio de S. Francisco de Asís, que existía en Valencia desde el siglo XIII.
El Beaterio era una Institución laica formada por mujeres que querían una vida cristiana de oración, pobreza y entregada a la ayuda de los más necesitados. No tenían votos.
Se considera a las beatas como pioneras en la valoración social y religiosa de la mujer.
En este Beaterio ingresó Francisca después de vencer muchas dificultades: en principio, no fue aceptada por no tener 35 años , requisito para ingresar en el Beaterio, estar cubierto el cupo de beatas y no contar con espacio suficiente para una beata más. Francisca insiste y, al final, la admiten dándole un espacio debajo la escalera, a ruegos de ella.
Después de unos años en el Beaterio y viendo la situación social de injusticia y marginación , encuentra la oportunidad para proponer a las Hermanas una vida más activa y comprometida con los excluidos de su tiempo.
La Comunidad acepta esta nueva orientación y el 27 de febrero 1876 es aprobada por la Iglesia. Dicha fecha es considerada el inicio de la Congregación de Hermanas Franciscanas de la Inmaculada.
Su misión se la podría definir así: hacer siempre el bien, con alegría, sencillez, confianza, vivir en fraternidad y agradecer la misericordia de Dios.
Desde la experiencia de fe, la centran en el amor al prójimo que Francisca la expresaba así:
“El amor a Dios que no se expansiona en el prójimo es una tragedia y la vida cristiana no tiene otro sentido que hacer sencillamente el bien”
Desde entonces, las Hermanas se dan de lleno al servicio de los más marginados teniendo como principio básico la educación en todos los niveles: la mujer obrera, niños y jóvenes, sordos y ciegos, enfermos de lepra, ancianos en situación de riesgo social.
Conscientes de que esta misión no es posible hacerla en solitario, M. Francisca buscó en todo momento trabajar en colaboración y convenio con diversas Instituciones (Patronatos, Fundaciones, Ayuntamientos),… procurando que la Congregación tuviese el menor número posible de propiedades.
El legado que nos dejó la Fundadora, al partir junto al Padre el 26 de abril de 1903, lo recibimos con gratitud y responsabilidad, haciendo propias sus expresiones: “La necesidad de mi hermano es un mandato para mí”. “No hagamos esperar a nadie que llame a nuestra puerta”. “Procuremos que nadie se aparte de nuestro lado sin haber encontrado el consuelo, la misericordia, el ánimo, la fuerza para vivir en esperanza”.
Benissa, enero de 2021
Más información en: Franciscanas de la Inmaculada